Divagaciones sobre los sótanos

Monicornio
2 min readJun 25, 2020

A veces quisiera que las palabras no se me perdieran en la garganta. No sentir que me ahogo porque por querer sacar todo, acaba saliendo nada.

Quisiera poner todo en cajas, clasificarlas, acomodarlas como acomodo mis libros: los momentos felices irían arriba, son los libros de los que estoy orgullosa, los que deseo que todo mundo vea mientras que los traumas van en la parte de abajo, la que no quiero ver y, en caso de tener que asomarme, sorprenderme y decir “anuma, ¿te dejé ahí?”.

Si todo estuviera ordenado, sería más fácil, ¿quién iría a terapia?.

Una vez, un ex alumno lo dijo: “antes de hablar, hay que ordenar nuestro hogar”.

Ordenar el hogar para no atropellarse con las ideas.

Si pudiera ordenar mi hogar, ¿qué encontraría?.

Hay basura que pensé que había sacado pero sigue ahí: el trauma.

El trauma se queda en el cuerpo y se manifiesta en gastritis, en rinitis, en ataques de pánico. Me gustaría arreglarlo. Construirle un cuarto en el sótano de mi cabeza, dejarlo ahí, pero no se puede. Tarde o temprano tendré que bajar y enfrentarlo porque los sótanos siempre guardan una caldera que debe encenderse para dar calor al hogar o contiene los fusibles que hay que cambiar por si se va la luz.

Es irónico que los sótanos contienen el horror, pero al mismo tiempo parecen brindar el fulgor que el hogar necesita.

¿Será así?

No lo sé, nunca tuve un sótano, pero vi muchas películas de terror y siempre alguien muere cuando desciende a lo desconocido, ingresa a la oscuridad y es devorada por ella.

A mí me da miedo entrar.

Presiento lo que voy a encontrar.

La mayor parte de mi hogar ya está ordenado, pero la luz está fallando. Está intermitente. Hay que bajar a cambiar los fusibles pero me quedo al pie de las escaleras. Observando. Todavía no me animo a bajar.

Si bajaran a su sótano, ¿qué encontrarían?

--

--