Breves reflexiones sobre el cabello corto

Monicornio
3 min readJul 3, 2020

En 2016 llegué con el corazón roto a la estética de mi barrio. Mi cabello, que crecía por sin ningún lado, era un recordatorio constante de cómo tampoco tenía control sobre mi vida, así que busqué imágenes de referencia en Pinterest bajo el nombre “cabello corto rizado”, “cabello corto Audrey Tatou”, seleccioné la imagen que deseaba y, llegando mi turno, se la mostré al estilista toda orgullosa de mi elección.

Casi creo que me dio un zape en la cabeza: “Ese corte es de señora, voy a hacer lo que yo quiera”.

Al principio me sorprendí. Cuando me contó cómo lo cortaría, recordé todas las veces que mi hermana me dijo que el cabello corto no se me vería bien, que estaba muy cachetona, que mi cabeza de huevo no soportaría que se me viera tanto la cara. Con un poco de miedo, acepté la sugerencia del estilista. Sentí que era la primera de muchas decisiones que debía tomar para construir una nueva vida.

La primera vez que me vieron con el cabello corto, familiares y conocidxs me dijeron “ay, mira, qué niño tan bonito eres”. Después, hablaron de la relación entre el corte y mi ruptura amorosa.

Y pues sí, pero al mismo tiempo no.

Separarse de alguien después de haber estado 8 años juntos implicó retomar mi vida. Era extraño verme todos los días y sentir que seguía siendo la misma persona que había sido con él. En mi cabeza, escuchaba las palabras que mi familia dijo cuando les informé sobre nuestra ruptura: arruinaste tu vida. En ese momento, creía que la persona que estaba frente al espejo lo había hecho y debía deshacerme de ella porque si esa persona lo había destruido todo, ¿qué me quedaba a mí?

Conforme iba avanzando el corte, me iba sintiendo más ligera, parecía que tantos años con alguien se estaban yendo con cada trozo de cabello que el estilista cortaba. No sólo eso, también algunas limitaciones.

Para mí, cortarme el cabello tan pequeño, estar “pelona”, significó empezar a hacer frente a la vida. Algo que me había costado mucho, empecé a hablar. Primero, con mi familia y el derecho a opinar sobre mi cuerpo y sobre mi vida: dejé de reaccionar visceralmente a sus comentarios; mi hermano me llamó “Mónico” en un par de ocasiones, mi mamá y hermana me hablaban por teléfono para decirme que la única razón de mi soltería era mi cabello corto. Con el tiempo, y ante mi silencio, dejaron de hablar sobre mi pelo.

Pareciera que al ser “pelona” encontré la libertad. Claro, eso ha sido trabajo mío y no de mi cabellera, pero cuando me vi en el espejo y me di cuenta que en realidad me iba bastante bien el corte y cómo lo que me habían dicho tantos años de que no se vería bien era mentira, me pregunté cuántas otras limitaciones me había autoimpuesto porque en la vida alguien me dijo que no era posible.

En varias ocasiones he intentado dejarme el cabello largo, pero creo que ya no es posible. Cada que lo hago, siento que dejo algo de mí o estoy, de nuevo, perdiendo el control. Pero, bueno, supongo que ese es otro tema a tratar en terapia.

Lo único que puedo decir es que ya rápense todas. El cabello crece.

Ésta es mi primera foto saliendo de la estética

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